A veces la vida no te rompe para destruirte, sino para despertarte.

Yo creía que estaba cansado de vivir, pero en realidad, lo que me dolía era no sentirme vivo.

Vivía con mi abuelo. Era un buen hombre, pero cada uno tenía su propio mundo dentro de la misma casa. Él encerrado en su pieza, yo en la mía. Casi no hablábamos. Y en ese silencio fui apagándome poco a poco, hasta sentirme invisible.

Un día toqué fondo. Pensé que no quería seguir e intenté marcharme… pero lo que en realidad necesitaba era que alguien notara que estaba mal.
Recuerdo que algo dentro de mí me hizo reaccionar, como si una parte interna —una que todavía creía en mí— se negara a rendirse. En ese momento entendí que no quería desaparecer: quería ayuda, quería volver a mí mismo.

Ahí nació algo.

No una marca, ni un proyecto. Nació una semilla.
Una voz silenciosa que me decía que todo ese dolor tenía que transformarse en algo más grande.

Esa semilla era Lenofit.​
Pero no lo supe entonces.
Por mucho tiempo tuve miedo de mostrarme, miedo al juicio, miedo al fracaso, miedo al “qué dirán”.
Guardé mi historia porque pensaba que mostrar mi vulnerabilidad era debilidad.

Hasta que llegué a Canadá.
Y, paradójicamente, cuando empecé a vivir solo, me sentí más acompañado que nunca.
Por primera vez, no estaba huyendo de mí, sino reencontrándome.
Entendí que la soledad no era un castigo, era un espejo.
Y que mi propósito había estado esperándome desde ese día en que elegí seguir aquí.

Vencer el miedo a mostrarme en redes fue el paso más liberador de mi vida.
Porque entendí que no se trataba de mí, sino de todas las personas que también han sentido que no pueden más, pero aún tienen una chispa encendida adentro.

Lenofit nació de esa chispa.
De la idea de que entrenar no es solo fortalecer el cuerpo, sino sanar la mente.
De que la disciplina también puede ser un acto de amor.
De que compartir lo real, sin filtros, puede salvar más vidas de las que imaginamos.

Hoy puedo decir con el corazón:
​Lenofit no nació en un gimnasio.
Nació en el momento exacto en que decidí vivir.​
Y cada entrenamiento, cada palabra y cada historia que comparto es un recordatorio de eso.

​